La primera acepción que da el diccionario de la lengua española de ‘corona’ es: “Cerco de ramas o flores naturales o imitadas o de metal precioso, con que se ciñe la cabeza, y es, ya simple adorno, ya insignia honorífica, ya símbolo de dignidad.” Segunda acepción: “Conjunto de flores o de hojas o de las dos cosas a la vez dispuestas en círculo.” Ambas acepciones prueban que la última creación de Czili es, sin lugar a dudas, una corona.
Está hecha de hierro y tiene tres dimensiones, pero se aleja del concepto clásico de escultura en el sentido de no haber crecido de dentro afuera, sino de fuera adentro. Su autora no ha cogido un bloque de metal y le ha ido quitando partes, sino que ha ido cogiendo trozos de hierro —varillas, flejes, tubos, lo que fuese— y los ha ido ensamblando hasta componer lo que tenía en mente.
La pieza no es sólo un simple adorno. También se puede entender como una metáfora del lento pero imparable crecimiento que tiene lugar en la naturaleza después de cada crisis. A la destrucción provocada por el hombre o a la debida a causas naturales, la naturaleza responde siempre volviendo a crecer, recomponiéndose, recuperándose. Cuál sea el principio activo de esa portentosa capacidad no lo sabemos, pero no deberíamos tomarlo a beneficio de inventario, porque podría no estar lejos el momento en que nuestra desaparición como especie llegase a ser un requisito indispensable para que la madre naturaleza —la grande y espléndida regeneradora— decida prescindir de nosotros para salvar al resto de seres vivos, incluyendo los representados en esta hermosa y real corona.
Giacomo Calabrese
Hierro pintado y niquelado
205 x 80 x 86 cm
2023